Cuando sea grande quiero fertilizar un desierto, quemar una bandera y elegir mi muerte

17 de febrero de 2010


Volteo y miro desconcertado un atardecer en el cafetín de la Biblioteca Nacional, arriba, en el primer piso. ¿Último bastión de terra ignota jalonada finalmente por telarañas de nostalgia?

Reunión de heridas, como de sabiduría rancia, entre las vocaciones de apariencia que protagonizaba mi interlocutor y una deliberada intención de aprovechar cada aliento de vida. Doy rienda suelta al afflatus de la Corriente Sabática, evocado en cada esponjosa nube grisácea, en cada zumbido chupasangre, en un cuadradito de pastafrola, en una servilleta rugosa.

En el día de ayer se dieron cita Jan Ladrón de Miradas y Matías Corazón Solitario. Lo que se preveía diferente, anormal, excepcional, se confirmó en los hechos, pero bajo renovado influjo. Ahí están los dos, ¿acaso pueden reconocerse?


Dos personajes ordinarios no mueven una aceituna. ¿Y nosotros? Si la plumbea mediocritas no mueve una aceituna y de una servilleta hemos inaugurado un género, una vanguardia, verticalidad en un océano posmo, ¡entonces el sol no gira alrededor de la tierra!

Este es un espacio donde fluirán las palabras, las ocurrencias, la irracionalidad infantil y la racionalidad consagrada.

Pasión avasallante: Pan, Pan, Pan.

Barbárica resignación menstrual.

Y le dedico aquél instante al gótico que llevaba en mis entrañas, al lobo estepario, títere de Laraña, a mi peripatética por el Cementerio de la Recoleta, a un zazen al lado del Swami del Monte Castro.

Sean todos muy bien venidos.

1 comentarios:

Johnnie Walker dijo...

A continuación algunos recortes de la servilleta fundacional:

[Matías Corazón Solitario y Jan Ladrón de Miradas]

Disparejos que construyen y destruyen, amigos cafeteando las soberbias, las recíprocas soberbias que se esconden, disimulan; lisa y llanamente, se vomitan.

Ladrando Corazón Solitario, su terquedad de islote tempestuoso, mientras las conflagraciones de este escriba se anuncian: la dispersión de koronzón o la concepción del más resplandeciente hijo mágico. ¡Que oportunidad diletante! ¡Chocolate y poesía! Una noche entre la espada de la Ley y el entusiasmo de la pluma.

¡Tyfón! Lluvia, granizo, nieve, destrucción. Las maldiciones y destierros de Marte contra Eros. Será este el sempiternos testamento de los horizontes, de los atardeceres, mi proclama al ras del viento: impermanencia y singularidad. El universo entero como mugre en la uña enmohecida de YHVH.

¡Ave poderoso Kairos! Te saludo un hijo de la noche, un poeta muerto, un inconfundible espíritu del humus, y de la sangre… ¡O de la verticalidad!
Soy, cuando todo me exige, te exige, nos exige ceder, dispersarnos, entregarnos, sucumbir, civilizarnos.

Le corresponderá a Mansueti transcribir sus propios glifos.

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